
El instituto José María Infantes desarrolla con gran éxito un proyecto intergeneracional con las personas mayores del geriátrico de Utrera
Cuando se piensa en la actividad de los centros educativos, habitualmente la mente dibuja la típica escena de las clases magistrales en las aulas, con los alumnos sentados en sus pupitres. Sin embargo, más allá de esta manera de educar, también hay otras opciones de hacerlo con iniciativas diferentes, que permiten una mayor atención de los jóvenes.
Un ejemplo de ello es el proyecto que en los últimos cursos ha desarrollado el instituto José María Infantes, que no solo ha permitido crecer en valores a sus alumnos de Educación Secundaria, sino que también ha servido de manera positiva a los residentes del geriátrico de La Mulata. Y es que ambas instituciones se han unido para intercambiar experiencias intergeneracionales.
Al frente de la actividad han estado Consolación Sánchez y Pablo Ocaña, ambos miembros del grupo de Biblioteca del instituto. Como explica Sánchez, «en el centro teníamos algunos grupos de primer ciclo con bastantes problemas de disciplina, ya que contaban con alumnado disruptivo o que no respetaba las normas de convivencia ni a los profesores». Además, «aspirábamos a realizar alguna labor con el geriátrico de nuestra localidad, para acompañar y estimular con la lectura a los abuelos y abuelas». Con ese escenario como telón de fondo, al coordinador de Biblioteca se le ocurrió la idea de «casar las dos situaciones, llevando al alumnado de esos grupos desmotivados a hacerles lecturas a las personas mayores y, de esa forma, provocar una interacción enriquecedora para ambos».
Sin embargo, aquel planteamiento original pronto se quedó corto, por lo que se han ido introduciendo «otro tipo de actividades y propuestas, incluidas las visitas de los abuelos a nuestro centro y las salidas al exterior». Como reconocen sus promotores, actualmente «es un proyecto que supera los límites de lo académico y ha alcanzado una proyección humana, suponiendo el mejor aprendizaje que le podemos ofrecer a nuestros jóvenes para su desarrollo integral como personas».
En un ambiente muy distinto al que habitualmente rodea a os chavales, estos llegan a la residencia para vivir una hora y media a otro ritmo diferente. Los alumnos se sientan y comparten un rato de conversación, de intercambio de vivencias en un entorno de tranquilidad.
El tiempo se para dura ese tiempo. Los estudiantes «escuchan palabras sabias de personas sabias, fruto de las experiencias vividas, tienen la oportunidad de comparar la vida de dos generaciones muy distintas y se produce una retroalimentación vivencial», explica Sánchez. Así, las personas mayores «les cuentan momentos de la historia de España y de Andalucía, pero desde la historia viva, desde sus propias experiencias. Y es impresionante ver cómo los alumnos y alumnas les atienden más que a un profesor y les escuchan con admiración. Esas vidas cotidianas se convierten en grandes vidas a los ojos del alumnado». Todo ello hace que los abuelos «se crecen, se sienten maestros y se esmeran en hacer comprender a los alumnos esas situaciones del pasado».
Esta actividad permite «dejar atrás el uno mismo, y lo que importa es ayudar a otra persona». Así, cuando los mayores salen del geriátrico, «los acompañamos a lugares donde ellos solos no podrían ir. Los alumnos y alumnas empujan sillas de ruedas, ofrecen su hombro como apoyo, dan la mano. Y no corren, llevan un paso tranquilo, dando tiempo a fijarse en detalles, a contemplar de verdad el mundo, a mirar a las personas. Los mayores se paran a conversar con algún viejo conocido y los alumnos y alumnas entran en la conversación».
La actividad, que empezó siendo una lectura grupal compartida, ha ido diversificándose y ampliándose con otras actuaciones: manualidades, juegos, lecturas con diferentes temáticas, adivinanzas, efemérides,… Se lleva a cabo cada quincena o una vez al mes, en función de las posibilidades de ambas entidades. Durante cada curso participan dos o tres cursos, «porque es importante que los mismos alumnos y alumnas vayan varias veces para que tomen confianza y la relación con los abuelos se vaya estrechando». En cuanto al personal del geriátrico, participan dos terapeutas y un grupo de unos 50 abuelos y abuelas.
Gracias a este proyecto «se desarrolla un aprendizaje cooperativo y se utilizan medios y recursos como la creación de diferentes tipos de textos, escenificación de cuentos y teatro, creación de murales y nubes de palabras, lecturas compartidas, juegos con el lenguaje (chistes, trabalenguas, adivinanzas,…), salidas al exterior con sillas de ruedas y andadores, manualidades plásticas…».
Como reconocen los promotores de la actividad, cuando se realiza de una forma continuada, como lo hacen ellos, «ya no es sólo un proyecto: se han convertido en nuestros amigos y amigas, a los que queremos y nos quieren, y a los jóvenes les remueve algo en su interior, los rehumaniza». De hecho, esta iniciativa ayuda a mejorar la convivencia en el grupo y los resultados académicos, el desarrollo de las competencias clave, aumenta la motivación y disminuye el absentismo en el grupo, se contribuye a la educación emocional, y también se incrementa la estimulación en las personas mayores.