
A pesar de la creencia popular, entre 1771 y 1964, la patrona de Utrera procesionó en numerosas ocasiones
Hace pocos días, la Virgen de Consolación ha recorrido algunas calles del entorno de su santuario, como viene haciendo cada 1 de mayo desde el año 1964, momento en el que tuvo lugar la recordada coronación canónica de la patrona de Utrera. Como todos los utreranos saben, en sus orígenes, la Virgen de Consolación era el epicentro de una populosa romería que se celebraba en torno al 8 de septiembre, un fenómeno que terminó por expresa prohibición del Consejo de Castilla, dirigido en aquellos momentos por Carlos III y el Conde de Aranda, en el año 1771. Es por ello que desde entonces se ha extendido una especie de mito o creencia popular que indica que la Virgen de Consolación no volvió a salir a la calle hasta el propio año de su coronación, para asistir a la misa pontifical en la plaza del Altozano en 1964.
Tal y como indica el historiador utrerano Antonio Cabrera Carro, esta tesis se trata de un mito que no se corresponde con la realidad, ya que, «aunque no lo hizo con periodicidad establecida ni con la frecuencia que tendría a partir de 1964, sí es cierto que la Virgen de Consolación procesionó en numerosas ocasiones en el período que va de 1771 a 1964». La romería tal y como se conocía hasta el momento se desactivó, pero ello no significó que ‘la del barquito en la mano’ no volviese a traspasar los muros de su santuario.
Tras la prohibición de la celebración de la romería, a comienzos del siglo XIX llegó la invasión francesa, lo que supuso un momento muy complicado para la sociedad española en general, y que provocó una de esas salidas de la Virgen de Consolación, ya que las crónicas históricas cuentan que abandonó el santuario para ser cobijada en la parroquia de Santa María de la Mesa. Las décadas siguientes a este hecho no fueron más sencillas, ya que llegó el proceso de desamortización, que significó un escollo muy importante para todo aquello que tuviese que ver con la religión.
Antonio Cabrera Carro nos lleva hasta el año 1841, en el que explica que «la hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno, con la colaboración del Ayuntamiento de Utrera, que aquellos momentos dirigía Joaquín Giráldez, compró unas andas para sacar a la Virgen de Consolación en procesión», lo que indica sin género de dudas la intención de que la Virgen saliera. Sólo un año después, en 1842, se refunda la hermandad de la Virgen de Consolación y poco a poco vuelve a poner en marcha sus cultos. A partir de ahí, Cabrera Carro asegura que «hay constancia de numerosas salidas de la Virgen de Consolación, como por ejemplo en 1858, o en 1935, en plena II Republica, año en el que salió con el templete del ‘Niño de la bola’ de Santa María, con unos bueyes y protagonizando una romería». La llegada de los Salesianos al santuario de Consolación en 1940 supuso un impulso importante para esta devoción y de ahí en adelante tuvieron lugar otras salidas, como las que se desarrollaron en 1951, 1954 y 1959.
Se trata de un fenómeno, por tanto, poco conocido por el público en general, pero el caso es que la prohibición de la citada romería no supuso ni mucho menos que la Virgen se quedara durante casi dos siglos en su santuario. Una romería que, según indica Cabrera, «posiblemente sea el acontecimiento más lustroso que ha tenido la historia de Utrera, que llegó a congregar a casi 40 hermandades en su momento de máximo apogeo y para la que venían a Utrera cada año unas 20.000 personas».
Junto a la población que existía en Utrera en aquellos momentos significa que en torno al 8 de septiembre había en la localidad unas 30.000 personas, lo que provocó que el fenómeno fuera poco a poco degenerando y convirtiéndose en un problema grave para las autoridades locales, que no tenían medios para controlar tales multitudes. Desde mediados del siglo XVIII, la romería se fue complicando cada vez más y el comportamiento de la muchedumbre dejaba mucho que desear.
Había desórdenes públicos, robos, asesinatos, faltas de respeto a la religión e incluso las crónicas cuentan que hombres y mujeres dormían juntos en el atrio del santuario de Consolación. Toda esta problemática situación provocó que el número de hermandades que acudían fuera descendiendo. En 1770 sólo acudieron 15, mientras que el año de la prohibición, en 1771, apenas quedaba ya una docena de hermandades. Este descenso en la participación indica que el ambiente estaba ya muy enrarecido.
Y es que la Virgen de Consolación ha sido protagonista de una historia muy dilatada, plena de matices y acontecimientos que están ligados a la historia de Utrera. Hace muy pocos días ha vuelto a procesionar por el entorno de su santuario, una imagen que durante decenas de años fue la responsable de congregar a miles de personas.