
En pocas horas 2020 habrá terminado, pero se va un año que difícilmente va a dejar de estar en el recuerdo de todos los utreranos. El año en el que la vida de los ciudadanos cambió drásticamente para convertirse en una pesadilla en la que, de la noche a la mañana, nos vimos encerrados en casa para protegernos de una amenaza invisible que llegaría para alterar drásticamente nuestras vidas. El año en el que Utrera se quedó sin primavera, sin Semana Santa, sin feria y sin tantas otras cosas que dibujan su esencia y en el que muchos de nuestros compañeros de viaje se quedaron en el camino. Se va el año del coronavirus, un año muy difícil, en el que muchos lo han perdido absolutamente todo, hasta la esperanza, pero que también sirvió para demostrarnos que juntos, como sociedad, como grupo humano, podemos vencer la amenaza más terrible.
Primeros compases
Nadie podía esperar allá por el mes de enero que podía suceder algo parecido a lo que comenzó a llegar a nuestras vidas a mediados de marzo. El año comenzaba con normalidad, marcado por el disfrute del pueblo de Utrera en la cabalgata de los Reyes Magos de Utrera, los trabajos de restauración del retablo del santuario de Consolación y la creación de una nueva asociación que aglutinaba a un importante número de comerciantes de Utrera (ECUA), quienes se unían para combatir de manera unificada las amenazas que sufría el sector.
El primer mes del año terminaba de manera trágica, ya que el 29 de enero fallecía, con sólo 45 años de edad, Juan José Gutiérrez Galeote, un utrerano de adopción, director de la Casa Salesiana de Utrera. Una noticia que partió en dos de manera muy cruel el corazón salesiano de la ciudad, ya que Galeote se había convertido en una persona tremendamente querida.
El año avanzaba y el Tacón Flamenco rendía homenaje a José Galván, la ciudad disfrutaba de su Carnaval y la Cuaresma poco a poco iba impregnando con sus actividades el ambiente cofrade de la ciudad, celebrándose el vía crucis organizado por el Consejo de Hermandades, que terminaría siendo uno de los escasos actos cofrades que tendría lugar en la calle a lo largo de todo el año. Por su parte, el Ayuntamiento de Utrera anunciaba la redacción de una normativa centrada en la regulación de las terrazas de los bares que se venía esperando desde hacía décadas, se daban nuevos pasos para la puesta en marcha del gran proyecto urbanístico del solar del Champion y la Orden del Mostachón elegía a Enrique Montoya «Candela» y al instituto Virgen de Consolación como «Mostachones de Oro».
Comienza la pesadilla
La segunda semana del mes de marzo será recordada como el momento en el que todo saltó por los aires. El sábado 14, el presidente del gobierno decretaba el estado de alarma y comenzaba en España el confinamiento domiciliario. Una situación a la que se anticipó el alcalde de Utrera, José María Villalobos, quien desde días anteriores había tomado medidas como el cierre de numerosas instalaciones municipales, el precintado de los bares o el desmontaje de las terrazas de los bares, lo que sin lugar a dudas fue decisivo para que el virus apenas llegase en esta primera ola a Utrera.
De la noche a la mañana, Utrera, que se preparaba para la época más hermosa del año, se convirtió en una ciudad fantasma, en la que sólo se podía salir a comprar o a que desempeñaran su función los trabajadores primordiales. Se suspendió la Semana Santa, los equipos de desinfección municipales se convirtieron en una presencia constante en las calles. Los balcones se llenaron de pancartas con mensajes de ánimo, de aplausos a las ocho de la tarde y una ola de solidaridad se levantó para ayudar a los más necesitados.
Utrera cumplió de manera modélica un confinamiento que comenzó a levantarse de manera paulatina en el mes de mayo cuando la vida volvió poco a poco a la ciudad. Un mes de mayo sin María Auxiliadora en las calles de Utrera, pero en el que la actividad de los bares y de los comercios fue despertando de manera paulatina, se consolidaba un proyecto pionero de reparto a domicilio –Go Delivery-, se colocaban por fin los toldos en la calle Virgen de Consolación y el presidente la Junta de Andalucía llegaba a Utrera en su primera visita oficial en las instalaciones de la empresa Iturri.
Con la llegada de los primeros calores, la situación se normalizaba en Utrera hasta el punto de que el virus desapareció completamente de la ciudad. La hostelería se reinventaba para adaptarse a las nuevas medidas, poniendo en marcha imaginativas medidas, la zona azul dejaba de funcionar de manera definitiva y volvían los entrenamientos del Club Deportivo Utrera.
El mes de junio nos dejaba como imagen entrañable el radiotelemaratón organizado por la hermandad de Los Gitanos para ayudar a los utreranos que estaban pasando dificultades económicas. Un momento en el que cerraba sus puertas definitivamente Casa Mascota, concluía la restauración del retablo del santuario de Consolación, abría sus puertas en Utrera el hotel Palacio de San Fernando y Juanlu Montoya comenzaba a conquistar todos los corazones con su particular «Arrebato de Amor».
Un verano en el que también llegaban malas noticias, que entristecieron a numerosas personas en la localidad, al conocerse la muerte de dos utreranos muy queridos. Uno de ellos fue Antonio Carmona, mientras que también fallecía el abogado José Rojas Durán.
Un septiembre sin feria y con rebrotes
El final del verano fue sinónimo de malas noticias en Utrera, que afrontaba un mes de septiembre marcado por la ausencia de la feria y el preocupante aumento de contagios, que provocaron que el propio alcalde pidiera a la Junta de Andalucía que tomara medidas para parar la escalada de contagios. No todo fueron malas noticias ya que, después de muchos meses sin la alegría de los más pequeños en las calles, bajo estrictas medidas de seguridad, los niños volvían al colegio. Varios artistas utreranos tuvieron protagonismo en el cartel de la Bienal de Flamenco de Sevilla, mientras que, en el apartado económico, llegaba con el comienzo de las obras en el polígono industrial Innova Torno, la que fue calificada por el alcalde como «una de las mejores noticias de todo el año 2020».
La escalada de contagios no paraba de subir en Utrera, hasta el punto de que el mes de octubre trajo consigo la realización de un cribado masivo en el pabellón «Cronista deportivo ‘Pepe Álvarez’», que no deparó resultados positivos. Utrera superaba con creces la barrera de los 500 contagiados cada 100.000 habitantes, aunque quedaba espacio para algún que otro rayo de esperanza, como la historia de la utrerana Victoria Hidalgo, residente en el centro de ancianos Reifs Utrera, quien conseguía superar el coronavirus con la friolera de 103 años.
Llegaban los andamios para restaurar la fachada de la casa Surga, Javier Aguilar tomaba las riendas del Consejo Local de Hermandades y Cofradías, y los bares tenían que hacer frente a nuevas restricciones horarias, al tiempo que volvía la programación cultural al teatro.
El último mes de este complicado año nos traía un esperanzador descenso paulatino de los contagios, la apertura de la exposición dedicada a la Virgen de Consolación y la inauguración histórica de «Cineápolis Utrera». También traía una Navidad muy distinta a la de los últimos años en nuestra ciudad, pero en definitiva ha sido un mes de diciembre marcado por el nuevo escenario que supone la llegada de la vacuna, en la que está depositada gran parte de la confianza de los ciudadanos para que no se vuelva a vivir un año en el que falte la primavera, y en el que los seres queridos sigan estando cerca de nosotros.
Un año en el que, a pesar de todas las dificultades, Utrera Digital no ha faltado a su cita con todos sus lectores y en el que agradecemos de corazón la confianza de todas las empresas que colaboran con este proyecto y el cariño de todos los utreranos.