
Estos meses están siendo de especial actividad en torno a la Casa Surga. La fachada de este edificio histórico está poco a poco recuperando parte del esplendor inicial con la que fue concebida, gracias al proyecto de restauración que se viene desarrollando.
El paso del tiempo y las inadecuadas intervenciones acometidas con el discurrir de los años habían dejado ocultas distintas composiciones pictóricas que adornan el paramento. Ahora, gracias a los trabajos que se vienen acometiendo, están viendo la luz algunas sorpresas. Son unas magníficas pinturas murales que originalmente adornaban la fachada de este edificio señorial, situándose las más valiosas en la parte más alta de la fachada. Se trata de un trabajo artístico realizado a finales del siglo XVIII, en el que pueden contemplarse algunos ángeles y motivos indianos y que los especialistas han comparado en belleza e importancia con otras famosas pinturas murales como las que lucen el palacio de Peñaflor de Écija o el de Mañara en Sevilla.
Así, están volviendo a la vida detalles que anteriormente eran casi imposible de detectar. De este modo, «junto a la portada principal se están recuperando dos figuras, una de ellas parece ser un dios marte, que representa la guerra; y otra, una figura femenina que se refiere a la paz», cuenta el historiador local y especialista en conservación de patrimonio, Javier Mena. Mientras, «en la parte superior de la fachada hay más colorido, con una riqueza asombrosa que se puede localizar debajo de las ventanas».
Detrás de los amplios andamios que envuelven el edificio se acomete una intervención que cuenta con un presupuesto de algo más de 200.000 euros. Con un plazo de ejecución de cinco meses, el objetivo es devolverle la vida a lo más valioso que queda en pie de esta casa que fue sometida a un expolio profundo durante décadas.
La Casa Surga fue construida en el último tramo del siglo XVIII por parte de Manuel Bernardo Fernández de Abaunza, un vasco que hizo fortuna en América y que llegó a Utrera para comprar el título de regidor perpetuo, convirtiéndose en el representante del rey. Un proyecto en el que no se escatimaron fondos económicos y que continuó su hijo Francisco, quien ejercía como alguacil mayor del Santo Oficio en Sevilla.