
A la sombra de las inconfundibles torres de Santa María y Santiago nacía en 1940 el conocido, polifacético e irrepetible utrerano Francisco Guerrero Rodríguez, un maestro enamorado del mundo del deporte y los toros que fue concejal en el Ayuntamiento de Utrera durante cuatro mandatos, convirtiéndose en uno de esos ciudadanos que con su trabajo y dedicación a la administración local, fueron capaces de construir la Utrera contemporánea.
Siendo muy joven, Francisco tuvo que abandonar el abrigo que le proporcionaba el casco urbano de Utrera para trasladarse a vivir a la hacienda «Mateo Pablo», ubicada en el término municipal de Alcalá de Guadaíra -que aún hoy en día permanece en pie aunque languideciendo poco a poco en la vía de servicio de la autovía que conecta Utrera con Sevilla-. Su padre, que era maestro, acudió a este enclave de la campiña para trabajar de administrador en esta hacienda, perteneciente a la familia De la Serna, propietarios de la fábrica Agroaceitunera.
Paco nunca ha sido una persona que se viniera abajo ante las dificultades, por lo que todos los días tomaba su pesada bicicleta de hierro para desplazarse desde la hacienda hasta la localidad de Dos Hermanas, donde estudiaba en el colegio «San Hermenegildo», de la orden religiosa de los Terciarios Capuchinos. A medida que fue creciendo, también nació en él la misma vocación que la de su padre, que no era otra que la de enseñar, pero como las normas nunca estuvieron hechas para él, al ser una persona muy independiente, cursó por libre los estudios de Magisterio en una academia de Alcalá de Guadaíra.
Comenzó entonces una romántica y apasionante etapa en la vida de este intrépido utrerano que, tras aprobar las oposiciones, se dedicó a recorrer los rincones más inhóspitos de la geografía sevillana para dar clases. A lomos de su motocicleta, Francisco ofrecía lecciones a los más pequeños, en unos años en los que previamente tuvo que hacer el servicio militar en Melilla, donde ocupó el puesto de cartero. También eran momentos en los que daba riendas a una de las grandes pasiones de su vida, como ha sido el deporte, ya que militó en el Club Deportivo Utrera, donde curiosamente compartió vestuario con un joven Bambino, aunque paradójicamente ha pasado a la historia por fundar junto al salesiano Carlos Correa, una institución que ya tiene más de medio siglo de vida como es el Club Baloncesto Utrera. Sin dejar su carrera en el mundo de la docencia, tiene también una vital importancia su llegada al patronato de los Salesianos de Utrera.
Otro de los aspectos sin los que no se puede entender la vida de Francisco Guerrero tiene que ver con la política, ya que durante 16 años de forma continuada ostentó el cargo de concejal en el Ayuntamiento de Utrera, comenzando su tarea en los primeros años de la transición democrática, cuando en los ayuntamientos estaba absolutamente todo por hacer. Guerrero ocupó delegaciones como Hacienda y Servicios Sociales, aunque indudablemente donde más destacó fue en el apartado del Deporte, ya que fue el artífice de la construcción de infraestructuras tan cruciales como el pabellón cubierto «Cronista Pepe Álvarez», el estadio de Vistalegre e impulsor de eventos como la Liga de Fútbol de los Colegios o la Escuela Municipal de Fútbol. Por delegación del alcalde, José Dorado, también fue presidente de la plaza de toros de Utrera durante todos los años en los que ejerció como concejal.
Este gran aficionado al mundo de la fotografía y hermano e la hermandad del Silencio -corporación de la que ha llegado a ser secretario-, continúa haciendo deporte casi a diario, paseando su inconfundible sonrisa por todos los caminos que rodean su localidad junto a su inseparable amigo Cristóbal García Caro, atesorando los dos recuerdos y vivencias imprescindibles para entender la Utrera de las últimas décadas. Es una de esas personas que con su trabajo, impulso y atrevimiento, han sido capaces de construir para los demás una ciudad mejor para entregarla a las nuevas generaciones. 80 años le contemplan y ojalá que sean muchos más.