
Desde el verano del año pasado se viene trabajando en el retablo mayor del santuario de Consolación. El objetivo es devolverle el esplendor con el que fue concebido, coincidiendo este 2020 con el quinto centenario de la primitiva ermita que existió donde hoy se levanta el templo que preside la patrona de Utrera.
Como otros tantos proyectos, también el de rehabilitación de esta pieza ha sufrido el parón dictado por el estado de alarma. Sin embargo, está previsto que concluya a finales de junio, tal y como estaba contemplado desde que hace 13 meses comenzó este titánico trabajo.
El coronavirus no ha franqueado los espesos muros de este santuario, en el que en las últimas semanas han estado trabajando con todas las medidas de seguridad existentes hasta un total de 12 trabajadores. La empresa Ágora Restauraciones, que cuenta con una experiencia de más de 30 años y que ha actuado en más de 50 retablos, es la firma que se ha encargado de devolverle la vida a esta obra que cuenta con unas dimensiones ciclópeas, ya que mide casi 16 metros de alto y casi 11 de ancho. Un trabajo con 700.000 euros de presupuesto, de los que 500.000 euros los aportará el Ayuntamiento de Utrera y 200.000 euros el propio rectorado del santuario de Consolación.
Varios hallazgos han marcado la restauración del retablo, «uno de los trabajos más complicados» en la experimentada empresa que ha realizado el proyecto
Durante estos últimos meses, el encargado de coordinar el trabajo de todos estos especialistas ha sido Juan Aguilar, quien reconoce, en declaraciones a COPE Utrera (98.1 FM), que se ha enfrentado «ante uno de los trabajos más complicados hasta el momento ya que, además de tratarse de uno de los retablos más grandes de toda Andalucía, estaba en muy malas condiciones, con graves problemas de desmembramiento de su estructura y con la policromía prácticamente desaparecida». Lo que los utreranos y visitantes han podido contemplar en el santuario en las últimas décadas no tiene nada que ver con lo que inicialmente era el retablo, por ello Aguilar asegura que «ha sido un año de mucho trabajo, pero muy satisfactorio, porque es muy bonito recuperar un espíritu que estaba muerto».
Una vez que se desataba la pandemia causada por el Covid-19, los especialistas sólo interrumpieron su trabajo durante los 15 días que el gobierno estatal decretó el cese de todas las actividades que no fueran esenciales. Posteriormente se ha reforzado la plantilla de restauradores para poder cumplir la fecha establecida, por lo que el responsable de Ágora Restauraciones explica que «sólo quedan algunas semanas para terminar la restauración, ya hemos concluido todas las tareas que tienen que ver con la estructura, la fijación y la conservación del retablo, y ahora nos encontramos en la última fase de la reintegración cromática».
Durante más de un año, el retablo del santuario de Consolación ha sido sometido a un análisis verdaderamente exhaustivo, por lo que los expertos han tenido la oportunidad de encontrar varias curiosidades que inicialmente estaban ocultas a todas las miradas. Por un lado ha aparecido una inscripción que indica la fecha en la que fue concluida la estructura de madera del retablo, concretamente el año 1713. Curiosamente, también se ha hallado otra inscripción que refleja cuando finalizó el trabajo de policromía del propio retablo, en 1738.
Pero, sin lugar a dudas, lo más llamativo ha sido el hallazgo de un pequeño hacha de sílex que podría ser del Neolítico y que ha aparecido en el interior del propio retablo. «Detrás de un retablo te puedes encontrar prácticamente cualquier cosa, pero este hallazgo es todo un misterio, da para escribir una novela, no hay ninguna razón para que estuviese allí», relata Aguilar, quien se inclina a pensar que «alguien que sabía lo que tenía y que contaba con acceso al santuario, estimó oportuno dejarla o esconderla allí».
El trabajo que se ha llevado a cabo se ha extendido a todo el presbiterio, incluyendo la restauración de dos lienzos y de la cubierta. Ya en esta última fase también se dedica tiempo al estudio pormenorizado de la iluminación del propio retablo, algo que no es un asunto baladí porque, como cuenta Juan Aguilar, «la iluminación le va a dar carácter a la restauración, la luz es como una paleta de colores con la que se termina la intervención».
Una joya artística que tiene más de tres siglos de historia, y que ha sorteado todo tipo de dificultades para mantenerse en pie y para brillar con más fuerza que nunca, con el objetivo de cobijar a la patrona de Utrera, precisamente en un momento histórico en el que muchos utreranos se han encomendado a «la del barquito en la mano».