
Es miembro de la Unidad Militar de Emergencia y ha coordinado los tres recintos que han funcionado como morgue en Madrid para recibir a centenares de fallecidos por Covid-19. El utrerano José María Martín Corrochano cuenta su experiencia y relata algunos de los momentos más especiales vividos en lugares como el Palacio de Hielo
El utrerano José María Martín Corrochano lleva casi cuatro trabajando dentro del Ejército. Se ha enfrentado a situaciones muy complicadas, ha participado en guerras,… pero lo que estos días está viviendo supone un reto especial.
Durante las últimas semanas, ha afrontado la encomienda de coordinar los tres recintos madrileños que han servido de morgues para recibir centenares de fallecidos por la pandemia de Covid-19, entre ellos el Palacio de Hielo, convertido en un símbolo de esta tragedia. «Cuando ingresas en el Ejército, te preparas para ver los horrores de la guerra y los cadáveres. Pero cuando los que ves son los tuyos, la sensación es completamente distinta. Es muy difícil reaccionar», reconoce este militar, en declaraciones a COPE Utrera (98.1 FM).
Actualmente, este comandante es jefe de operaciones del regimiento de apoyo e intervención de la Unidad Militar de Emergencias, adscrito a las unidades de la base de El Goloso en Madrid. Antes ha participado en las misiones desplegadas en dos guerras del Golfo, en la de Bosnia,… Sin embargo, para él, «la de ahora es una guerra diferente. Somos 46 millones de soldados, y cada caído es uno de nuestros soldados».
Si dolorosa es la muerte de una persona en condiciones normales, más aún es tener que vivir ese momento en plena pandemia. Al morir por Covid-19 se activa un protocolo que impide a los familiares del fallecido poder despedirse de él. Por ese motivo, la sensibilidad mostrada por profesionales como Martín Corrochano hace algo más humanas estas circunstancias. Como él mismo explica, «sabiendo que sus familias no iban a poder darles el último adiós, hemos tratado de estar con los fallecidos como si fuéramos familiares. Las más de 150 personas que hemos participado en esta misión hemos sentido a los más de 1.700 fallecidos que han pasado por las instalaciones en las que hemos estado como si fueran trocitos de nuestro corazón que nos iban arrancando, eran nuestra gente». En este sentido, el utrerano se muestra «abrumado» por el cariño y la cercanía mostrados por los familiares de los enfermos que han muerto: «cada vez que hablamos con un familiar, nos rompemos. Que ellos, que han sufrido esta tragedia, que están haciendo el mayor de los sacrificios al no poder cogerle por última vez la mano a esa persona, nos den las gracias a nosotros, es impagable».
También por escenarios como el Palacio de Hielo han pasado «políticos de todos los estamentos y de todas las tendencias. Los he visto llorar delante de un ataúd, y no era algo artificial, no había cámaras, era una emoción real. A todo el que entraba en la pista de hielo se le encogía el corazón». Por ello, afirma estar «orgulloso de los políticos con los que me ha tocado trabajar, porque todos ellos se han mostrado sensibles ante esta tragedia».
Las jornadas de trabajo para profesionales como este utrerano no tienen reloj. Según explica, «en torno a las 6.30 horas comenzábamos, y en algunos casos se acababa sobre las tres o las cuatro de la madrugada del día siguiente». Asegura que «las horas de trabajo han sido muchas, pero nosotros estamos preparado para ello. Lo cierto es que la carga sentimental ha sido mucho más dura que la carga física».
Afortunadamente la situación va mejorando. Prueba de ello es precisamente que las dos principales morgues, de las tres coordinadas por el militar utrerano, ya han sido cerradas, quedando únicamente un recinto como depósito. «Poco a poco se va volviendo a la normalidad hospitalaria. La palabra de este momento es ‘esperanza’, y todos debemos tenerla presente», afirma.
A pesar de llevar viviendo casi 30 años en Madrid, José María Martín Corrochano reconoce que «mi corazón está en Utrera». De hecho, «estoy deseando poder estar en allí, abrazar a mi madre, a mis amigos, a mis familiares, tomarme una tapa en ‘Casa Basilio’, ver a mi Cristo del Amor y a mi Virgen de las Veredas, y pasear por Utrera». Además, también se acuerda de la Virgen de Consolación, al afirmar que «los utreranos tenemos la enorme suerte de contar con ‘la del barquito en la mano’, que vela por todos nosotros».
Escucha en este enlace la entrevista concedida por José María Martín Corrochano a COPE Utrera
Buen militar y mejor persona