La feria de Utrera, una fiesta única ligada a la historia de Consolación

La feria de Utrera, una fiesta única ligada a la historia de Consolación

La historia nos ha enseñado que en el año 1507 llegó a Utrera la mágica imagen de la Virgen de Consolación, en un episodio que está plagado todavía de muchas incógnitas y de un halo mítico que a los utreranos les encantaría conocer. En cualquier caso es una devoción que se extiende ya a lo largo de más de cinco siglos de historia, y sin la cual es completamente imposible conocer en profundidad el carácter actual de la feria de Utrera. El santuario de Consolación -ese lugar con un importante poder de atracción cuyos muros han acumulado los rezos y las peticiones de miles y miles de devotos en los últimos cientos de años-, es el contrapunto perfecto a lo que sucede en las calles del recinto ferial y donde cada año, en los primeros días de septiembre, la historia vuelve a resurgir con una inusitada fuerza.

Corría el año 1520 cuando Antonio de la Barreda, un hombre cuya vida había estado muy vinculada a la imagen de la Virgen de Consolación, se vistió con el hábito de ermitaño y se fue nada más y nada menos que a Roma para solicitar ante la Santa Sede el permiso para construir en Utrera una ermita dedicada a esa Virgen que unos años antes había llegado a Utrera. Una vez que consiguió esta licencia, al bueno de Antonio se le unieron otros utreranos que construyeron la ermita a un «cuarto de legua del centro de Utrera» (aproximadamente a algo más de un kilómetro, una distancia que en aquellos años hacía que el templo estuviera prácticamente en el campo).

Nacía así el embrión de lo que hoy conocemos como el santuario de Consolación y donde se celebraba una festividad en honor de la Virgen María el Día de la Encarnación, fechada en el 25 de marzo. Tras diversos avatares propios de estas épocas históricas, en 1561 llega un momento clave en la historia, cuando arriba a este lugar un grupo de religiosos de la Orden de los Mínimos, que adopta como imagen principal a la Virgen de Consolación, que en aquellos años ya tenía un carácter muy especial y fama de milagrosa.

Hay que esperar hasta el año 1565 para que se celebre en Utrera la festividad de la Virgen de Consolación en el mes de septiembre, lo que termina siendo crucial para el surgimiento de la romería y por supuesto de la feria, ya que se trataba de un momento del año más benigno desde el punto de vista meteorológico y por tanto más propicio para la concentración de personas. «Durante los primeros cuatro años de su estancia en Utrera (desde 1561 hasta 1564), los monjes mantuvieron la festividad de la Virgen en el mes de marzo, el día de la Encarnación. Pero llegado el año 1565, parece que los monjes retrasaron la fecha celebrativa a septiembre por encontrar en esta estación un mayor favorecimiento climático y económico», apunta el historiador Julio Mayo, lo que nos permite situar 1565 como el año fundacional de la feria de Utrera.

La situación estratégica de Utrera -a medio camino entre Cádiz, Sevilla y Málaga-, el excepcional trasiego por la zona debido a la Carrera de Indias y la fama milagrera de la Virgen, fueron factores fundamentales para que de una manera vertiginosa Utrera se convirtiera en un centro religioso de primer nivel nacional, hasta el que peregrinaban personas procedentes de toda Andalucía. Esta importante concentración de personas provocó que se instalaran en torno al 8 de septiembre todo tipo de puestos, comerciantes, aventureros, ganaderos y negociantes en el entorno de Consolación, lo que dio origen a la feria de Utrera, aunque aquellas celebraciones poco tenían que ver con lo que entendemos por feria en la actualidad, llegando a alcanzar una destacada importancia comercial y en torno a la cual también tenía lugar la celebración de festejos taurinos. Numerosos investigadores no descartan que antes del surgimiento de esta romería, existiera ya algún tipo de encuentro comercial anual en Utrera, como el que había en la localidad de Los Molares (la feria de la seda).

La motivación religiosa estaba por tanto en el centro de la celebración que tan famosa se hizo en Utrera y alrededores cada 8 de septiembre, una fiesta que llegó a tal magnitud que poco a poco el santuario fue ampliándose y haciéndose cada vez más bello, poniendo en marcha a comienzos del siglo XVIII la construcción de un gran retablo que situara a la patrona de Utrera en el centro absoluto del templo, una obra artística que precisamente se está restaurando en estos momentos.

La fama de Consolación -llevada por aquellos marineros que hacían escala en Utrera antes de embarcarse en los puertos gaditanos- llegó incluso hasta el otro lado del océano Atlántico, hasta que en 1771 llegó una orden real que pararía en seco la historia de Consolación y el progreso de Utrera. Carlos III, un rey que mantenía postulados ilustrados y que combatió duramente a lo largo de su reinado las manifestaciones de religiosidad popular, decidía prohibir tajantemente la romería de Consolación, ya que se trataba de un fenómeno al que acudía tanta gente que era difícil de controlar por parte de las autoridades, que consideraba producto de la «superstición inculta» de la plebe y que en algunos casos había perdido su espíritu netamente religioso.

La romería terminó, pero no la devoción a la Virgen de Consolación, que siguió viva en el corazón de muchos peregrinos, que mantuvieron la tradición de acercarse a Utrera cada 8 de septiembre. Lógicamente todos aquellos comerciantes y aventureros que llegaban al calor de la concentración de personas dejaron de venir a Utrera y la feria poco a poco se fue apagando hasta que en la segunda mitad del siglo XIX, siguiendo el modelo de la feria de Sevilla y con un espíritu romántico de retomar lo olvidado, poco a poco el fenómeno volvió a resurgir.

Actualmente, al pasear por las calles del recinto ferial de Utrera es posible pensar que se trata de una feria muy parecida a la del resto de localidades andaluzas. Es una hipótesis que pueden sostener muchas personas, pero sólo hay que acudir a la historia, o a unos cientos de metros del recinto -al santuario de Consolación-, para comprobar que la feria de Utrera es una celebración única, con siglos de trayectoria, y en la que algunos capítulos apasionantes de su relato están incluso todavía por descubrir y escribir.

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