
Ricardo Fernández es un utrerano que a lo largo de toda su vida se ha ganado a pulso ser una persona muy querida entre todos sus paisanos. Durante décadas trabajó en su negocio, La Eléctrica Utrerana, siendo capaz de vencer a las dificultades que le planteaba su pérdida de visión progresiva. En la actualidad, los ojos de Ricardo ya no le cuentan cómo es ese mundo al que él le devuelve siempre la más bella de sus sonrisas y que es capaz de seguir disfrutando gracias a una sensibilidad especial.
Su infancia discurrió como la del resto de los niños de su edad, jugando al escondite, a piola, al fútbol o al baloncesto. Estudió en Los Salesianos y siempre el deporte ha ocupado un lugar muy importante en su vida, practicando también modalidades como el voleibol o el balonmano.
De sus años en el negocio familiar guarda muy buenos recuerdos, asegurando que «lo que más me gustaba era atender al público, trabajaba duro para que la gente siempre se fuera contenta, me daba mucho coraje que alguien no se sintiera bien atendido».
Si hay un elemento central en la vida de Ricardo es sin lugar a dudas la bicicleta, ya que desde muy pequeño se aficionó a recorrer los caminos de todo el entorno de Utrera a través de las dos ruedas. En sus años más jóvenes conducía su propia bicicleta, hasta que los problemas en la vista le llevaron a iniciarse en el mundo del tándem hace ya más de treinta años. «Me gusta ir en bicicleta a donde me lleve el viento», declara el utrerano, al que se le ilumina la mirada cuando habla de su amigo Juan Ortega, con el que le une una especial amistad desde la más tierna infancia y que es su compañero infatigable de aventuras, con el que realiza todas sus salidas en bicicleta, hasta el punto de que se han convertido en un binomio perfecto: «Juan es para mí un amigo entrañable, lo quiero como si fuese mi hermano o incluso más», sentencia Ricardo.
Cada semana realizan entre cuatro y cinco salidas en bicicleta por el entorno de Utrera, aunque las rutas que más disfrutan son las de largo recorrido. Ricardo y Juan han completado ya numerosas aventuras como desplazarse desde Utrera hasta el Cabo de Gata, a los Lagos de Covadonga, o a Santiago de Compostela –por los caminos francés, mozárabe o cantábrico-.
Ricardo no puede ver los paisajes por los que transita en bicicleta, pero los siente de una manera muy especial gracias al desarrollo del resto de sus sentidos. «Huelo y siento los paisajes, lo que más me gusta es la diversidad de olores que hay en la montaña. Cómo tengo el oído muy fino puedo avisar a mi compañero cuando viene algún vehículo por la carretera más rápido de lo debido», cuenta el utrerano.
Sus problemas en la vista le han obligado a adaptarse a una nueva vida a oscuras, para la que cuenta con la inestimable ayuda de su perro guía, que le acompaña en todos sus paseos por Utrera. Un perro que se trajo de una escuela de adiestramiento de Estados Unidos por mediación de la ONCE y que se ha convertido en un apoyo indispensable para Ricardo. Desde su especial perspectiva, Ricardo explica que «Utrera no está bien adaptada para las personas con deficiencias visuales, hay muchas papeleras y señales de tráfico que no están bien colocadas. Además hay veces que la gente, sin darse cuenta de los problemas que eso nos genera a las personas que no vemos, aparca los coches y las motos encima de la acera».
Ricardo ha perdido la vista con el paso de los años, pero nunca ha perdido su sonrisa ni las ganas de hacer las cosas que le han gustado siempre. Un utrerano que es un auténtico ejemplo de superación ante los reveses que nos plantea la vida, amante de la Literatura –que disfruta en formato de audiolibros- y que ahora ha encontrado en la armónica otra de sus aficiones.