
Cuando la noche y el día pugnan por hacerse con el poder en Utrera, en la amanecida de cada Viernes Santo, todas las miradas se centran en torno a la capilla de San Bartolomé. Una vez que sus puertas se abren, el tiempo parece detenerse ante la salida procesional de una hermandad con sabor clásico, que marca el ritmo de las primeras horas de uno de los días más destacados de la Semana Santa local.
La saetera Consolación García Segovia ha vuelto ser un año más la encargada de poner los primeros compases a la estación de penitencia, al ofrecer una oración hecha cante junto a la cruz de guía de la hermandad, que también recibe culto como la Santa Cruz de Jerusalén. El que ofrece su voz es un despertar magnífico para una mañana que deja estampas con sabor añejo cuando el color morado va serpenteando por el casco histórico de Utrera.
El recuerdo al recientemente desaparecido hermano mayor de la hermandad, Juan Jesús Fernández, estuvo presente incluso desde antes de la salida penitencial, al dedicar la estación de penitencia a su memoria. Y como la Semana Santa está formada por muchos pequeños grandes gestos, varios fueron los que trajeron a la memoria su figura. Junto a la vara dorada con el crespón negro que lució el paso de palio de la Virgen de las Angustias –ornamentado con rosas blancas-, también la elección del exorno floral del paso de misterio tuvo mucho que ver con Fernández, ya que su deseó había sido que el monte sobre el que camina Jesús Nazareno fuera de rosas de color rojo. Así salió a la calle en este 2019, luciendo igualmente uno de los grandes estrenos de esta Semana Santa: la nueva túnica bordada en oro para dicha imagen.
Pero el duelo por su fallecido hermano mayor también se hizo patente cuando el paso de palio salió con el acompañamiento del toque de oración, en lugar de hacerlo con la marcha real, y caminó la primera chicotá con el sonido del tambor destemplado. Además, los capataces de ambos pasos prescindieron de las tradicionales voces y dedicatorias en cada levantá, para marcarlas simplemente con el golpe seco del llamador.
Tras completarse sin problemas esa estación de penitencia, la tarde-noche del Viernes Santo tenía dos protagonistas –las hermandades de la Vera-Cruz y de los Milagros-, pero ninguna pudo poner su cortejo en la calle. La primera de ella debía hacerlo desde la iglesia de San Francisco, donde manejaban datos que apuntaban a cierta mejoría del tiempo conforme fuera avanzando la jornada, lo que llevó a la junta de gobierno a retrasar una hora la posible salida. Sin embargo, pasado ese tiempo, la previsión no se mostraba favorable, teniendo que suspenderse la procesión. En cualquier caso, el hermano mayor aventuraba la posibilidad de que el paso del Señor Atado a la Columna –exornado con claveles rojos- saliera al día siguiente formando parte del cortejo del Santo Entierro, algo que se confirmó minutos más tarde. Lo haría con Cristo Yacente en su urna y con la Virgen de los Dolores, de luto, una vez cambiado el palio y manto bordados en oro –este Viernes Santo llevaba rosas, claveles y gladiolos blancos- por el negro del guipur y azabache.
Y si parecía que la noche traería consigo buenas noticias para los Milagros, la presencia de una cercana línea de precipitaciones discurriendo por el entorno de Utrera llevó a la más joven de las hermandades de la ciudad a decidir suspender otra vez –ya le ocurrió en 2018- su estación de penitencia. Cuando los nazarenos, costaleros y demás miembros de la cofradía abandonaron la parroquia de Santa María de la Mesa, las puertas del templo se abrieron para permitir que pudiera contemplarse al crucificado, cuyo paso lucía un friso de rosas rojas, calas blancas, iris azules, alhelíes rojos y morados, eryngium morado, cardo, hiedra, esparaguera, junco, romero, pita, eucalipto y helecho de cuero. El tiempo en el que la iglesia permaneció abierta –con un ambiente de recogimiento típico de esta hermandad-, el grupo de voces graves «De Profundis» interpretó diversas piezas desde el coro del templo.
De esta forma culminaba un Viernes Santo que amaneció con buen sabor y que terminó de una forma mucho más triste a la que inicialmente se habría podido esperar.
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