
USA 2018 120 min.
Dirección Mimi Leder Guión Daniel Stiepleman Fotografía Michael Grady Música Mychael Danna Intérpretes Felicity Jones, Armie Hammer, Cailee Spaeny, Kathy Bates, Sam Waterston, Justin Theorux, Jack Reynor, Stephen Root, Chris Mulkey
El regreso de Mimi Leder (El pacificador, Deep Impact) a la gran pantalla, tras varios años centrada en la televisión (Nashville, The Leftovers) y los fracasos consecutivos que en cine supusieron Cadena de favores y la inédita entre nosotros The Code, con Morgan Freeman y Antonio Banderas, llega de la mano de la muy popular y reconocida en Estados Unidos jueza del Tribunal Supremo Ruth Bader Ginsburg. Esta activista por los derechos de igualdad es paralelamente protagonista de un laureado documental, recientemente nominado a los Oscar en su apartado correspondiente además de a la mejor canción, compuesta por la eternamente nominada Diane Warren. Un doble homenaje, de ficción y documental, que en ambos casos se centra de forma más o menos intencionada en su romántica relación con su marido, con quien celebró más de cincuenta años juntos. Leder, con ayuda del guionista debutante Daniel Stiepleman, sigue un esquema muy tradicional en el que nos presenta a la heroina, una menudita Felicity Jones (La teoría del todo) en su entorno estudiantil, junto a su ya esposo, interpretado por el atractivo y grandullón Armie Hammer (Call Me by Your Name), cuando ambos cursaban estudios en Harvard. Su joven paternidad y la enfermedad de él centran un primer tercio preparatorio de una causa entre mil que supuso en su momento un revulsivo para la lucha por la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres. Asombra lo bien ambientada que está la película entre estos dos períodos, los iniciales años cincuenta en Harvard y un Nueva York con su Quinta Avenida inundada de coches de época y miles de figurantes (suponemos que la infografía habrá ayudado bastante), y los definitivos setenta del siglo pasado, cuando el movimiento feminista alcanzó su auge en el país de las libertades. Pero sorprende aún más que el caso que interesa a Leder y Stiepleman sea justamente de discriminación positiva, encargándose el matrimonio Ginsburg de defender a un hombre discriminado por las leyes fiscales por su condición de tal. Una inteligente forma de dar la vuelta a la tortilla para lograr lo que realmente interesa, demostrar lo iguales que debemos ser unos y otras ante la ley. Lástima que en su discurso se desaproveche la ocasión de analizar con mayor profundidad el papel de las leyes, y la Constitución como madre de todas, dentro del marco social y económico que le toca tratar, y cómo suele adaptarse, a veces con mucho trabajo, a los cambios en lugar de anticiparlos como debiera. La trama parece centrarse como anunciábamos en esa relación matrimonial que, por otro lado, tiene el aliciente de mostrar una figura masculina comprometida con lo que hace su esposa, que no se limita a apoyarla sino que la respeta y admira, dejándole en consecuencia ese ámbito de libertad que todos y todas merecemos. Acierta también en dejar espacio a la hija de ambos, igualmente comprometida y preparada para absorber, no sin cierta dificultad y espíritu crítico, la trayectoria de su madre. Su ingreso en el Tribunal Supremo a instancias de Bill Clinton corona esta película amable y bien construida, pero algo desmotivada y falta de pasión, demasiado clásica en su forma y contenido, lo que malogra la posibilidad de haber construido un emocionante retrato de una mujer sin duda singular.