
El 3 de febrero de 1954 es una fecha inolvidable para todos aquellos utreranos que tuvieron la suerte de contemplar una estampa única de su ciudad, que desde entonces no ha vuelto a repetirse. Las calles, plazas y monumentos de la ciudad amanecieron cubiertos por un espectacular manto blanco, que las cámaras de los fotógrafos de la época inmortalizaron para siempre, en especial la del recordado Pepe Cela, a través de cuyas instantáneas es posible conocer la historia reciente de Utrera.
La llegada de la nieve se vivió como un auténtico acontecimiento, aunque lógicamente paralizó la actividad normal de una ciudad que ni mucho menos estaba acostumbrada a estos fenómenos meteorológicos. Los utreranos tomaron la nevada como una jornada festiva, haciendo por ejemplo un muñeco de nieve en la plaza Enrique de la Cuadra, posando para los fotógrafos grupos de amigos ante lugares completamente nevados e incluso hasta los sacerdotes de los Salesianos se inmortalizaron ante las cámaras jugando con la nieve a bolazos limpios.
No se trataba de la primera vez que la meteorología sorprendía regalando nieve por estas latitudes, pero sí de un fenómeno que desde entonces no ha vuelto a suceder en nuestra tierra. Entre el 2 y el 4 de febrero de 1954 nevó de manera copiosa no sólo en Utrera, si no también en lugares como Sevilla, Jerez de la Frontera e incluso en las costas malagueñas.
Todo ello tiene su explicación científica y es que, como cuenta el conocido meteorólogo José Antonio Maldonado, «durante las jornadas precedentes, un anticiclón situado al sur de la Península Escandinava estuvo favoreciendo la entrada de aire frío a través de los Pirineos. Esa masa siberiana permaneció estancada en la Península Ibérica, donde se registraron temperaturas extraordinariamente bajas».
Una situación que, además, como apunta el propio Maldonado, se completó con una nueva variante ya que, «cuando el citado anticiclón se situó más al noreste, un frente bastante activo penetró por Portugal y se desplazó con rapidez hacia el Mediterráneo. Al estar tan fría la masa de aire que teníamos sobre la superficie terrestre, las precipitaciones debidas a esa perturbación frontal fueron, en sus comienzos, en forma de nieve a cotas muy bajas, incluso al nivel del mar».
Desde aquel 3 de febrero de 1954 la nieve no ha vuelto a asomar por las fronteras utreranas, aunque sin lugar a dudas aquel episodio no ha dejado de estar presente en el corazón de aquellos utreranos que lo vivieron siendo unos niños. Posteriormente, en algunas ocasiones, se ha rozado la posibilidad de que cayeran algunos copos, pero nunca se han vuelto a dar esas condiciones especiales que provocaron estampas que han pasado ya a formar parte de la historia de Utrera.