Rajoy, sin metáforas

La política española es, en este momento, un tablero en el que esperan las citas electorales de dos mil diecinueve y las generales de dos mil veinte, si es que estas últimas no se adelantan. Bien pronto, surge la pregunta: ¿Se puede entender a don Mariano Rajoy Brey sin metáforas? No hay respuesta posible, sino hechos y realidades: literarias o no. Acontecimientos, que vuelven y se repiten sin hacer un alto en el camino. ¿Es don Mariano un personaje de Baroja, don Pío; allí, con su estatua, en la madrileña Cuesta de Moyano, donde los libros de viejo son tesoros cervantinos en la universalidad de la cultura grecolatina desde Homero a Cicerón? Para convertir la interrogación en enunciación, releemos, capítulo por capítulo, El árbol de la ciencia. Y la lectura responde cuando evocamos, en la métrica de la memoria, la metaliteratura de aquellos personajes. El señor de Pontevedra, nacido en Santiago de Compostela el veintisiete de marzo de mil novecientos cincuenta y dos, nunca podrá ser Andrés Hurtado, el protagonista de la gran obra. Entre uno y otro personaje, las diferencias no alcanzan a la comparación. Pero tampoco, hay semejanza alguna con el doctor Iturrioz, tío de Hurtado. En don Pedro, el padre de Andrés, puede haber, con el poder de la imaginación, algún parecido, por distante que sea. Pero la realidad se impone  y el señor Rajoy, con puro o sin puro, tampoco es ninguno de los hermanos de Andrés: Alejandro o Luis. Ni Julio Aracil, ni Jaime Massó, ni Antonio Lamela, ni el tío Miserias, ni don Rafael Villasús, ni Manolo el Chafardín, ni don Juan Sánchez, ni don Blas Carreño, ni el tío Garrota, ni el Chuleta, ni don Cleto, ni el Maestrín. Y menos aún Montaner, Fermín Ibarra o Rafael Sañudo. ¿Entonces, a  quién se parece el político que más años lleva en el poder después de Franco y más tiempo que Adolfo Suárez, Felipe González, José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero en la Moncloa?

Don Mariano, que acaba de decirle a Carlos Alsina en su programa, que piensa presentarse otra vez y que, cuando el periodista le preguntó por la diferencia entre los salarios de hombres y mujeres, afirmó: «No nos metamos en eso ahora» y que habló, amparado en la definición del lapsus linguae, de la República catalana, sin rectificar, definitivamente no es barojiano. Habrá que indagar en la historia de la literatura para encontrar algún personaje que se asemeje, siquiera en lo freudiano, a quien dijo: «Somos sentimientos y tenemos seres humanos». ¿Dónde están la literatura y los signos de la leyenda para aseverar que el señor Rajoy pueda ser, en apariencia, al menos, un personaje de las novelas de don Pío o siquiera noventayochista en el amplio sentido de la palabra sin recurrir a las leyes universales de la metáfora? «España es una gran nación y tenemos, sobre todo, españoles» o «Vamos a crear 500000 puestos de trabajo por día», señalaba en la eternidad que tienen los instantes el ínclito don Mariano en esa metafísica que, pareciendo filosofía, es literaria en su intensa melodía. De nuevo, Larra, mientas exista la vida. Y, de nuevo, Camba, Ruano, Umbral y Alcántara para saber y adivinar si don Mariano puede ser definido sin metáforas en ese trayecto que va de una página cervantina a otra quevediana.

Entre la prosa y el verso, derrotadas las sombras en el participio absoluto de lo que es y pudo ser en la política española, vuelve don Pedro Jota, que compareció durante tres horas en la comisión parlamentaria como testigo de referencia por haber sido depositario de la confesión de Luis Bárcenas. También ha vuelto Ric Costa para apuntar a Camps y al mismo Rajoy. Mas don Mariano despeja los balones fuera ya sea en el centro del campo o en la línea de los defensas. El problema es que su cintura ya no es la misma de otrora y los ataques en tromba lo desconciertan entre la agonía de los segundos y la eternidad de los minutos en el tiempo de descuento. Gürtel, Púnica y Lezo son metáforas crueles entre la mirada y el silencio, envuelto en su complicidad. La fragilidad de la defensa inquieta al PP tanto como a Zinedine Zidan. El Leganés no es una metáfora cualquiera y las afirmaciones de Pedro Jota y Ric Costa, tampoco. El Barcelona está a diecinueve puntos y Ciudadanos va primero en las encuestas. Las elecciones de 2019 preocupan en la calle Génova de Madrid, mientras don Mariano, aquí y ahora, busca el camino que lo libre de la tempestad. Pero han vuelto Pedro José Ramírez y Ciudadano Kane. Soraya espera, viendo la lluvia caer, mientras piensa en aquella frase atribuida a César: «Tu quoque, Brute, fili mihi!»; «¡Tú también, Bruto, hijo mío!». La daga, larga y fina, del poder siempre acecha.

Manuel Peñalver

Sobre Manuel Peñalver

Fue catedrático de Lengua y Literatura del Instituto Ruiz Gijón (1980-1990). Autor de numerosos estudios, artículos y libros sobre la lengua española. Articulista en periódicos como Diario16, El Correo de Andalucía, La Razón, ABC, Ideal, El Mundo, Diario de Almería. Actualmente, es catedrático de Lengua Española de la Universidad de Almería.

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