
Amanece el día con esta frase de WilliamThackerry: «El mundo es un espejo que refleja la imagen del observador». La celebración de unas terceras elecciones ya no se vislumbra en el horizonte como una posibilidad, sino, más bien, como una realidad tan diáfana como el alba en los meses más luminosos. Por ello mismo, las autonómicas vascas y gallegas de mañana, 25 de septiembre, van a tener tanto significado en el fondo y en la forma. Sus resultados no dejarán indiferentes a los analistas y estrategas de los distintos partidos y formaciones, ni tampoco a los propios ciudadanos. Habrá que ver si se confirma la mayoría absoluta del PP en Galicia y habrá que sumar y restar para saber cuántos escaños le faltarán al PNV para la cifra mágica de la mayoría. Si Alberto Núñez Feijoo consigue una gran victoria, la derecha tendrá un referente con el que comenzar a labrar el futuro de sus siglas con otras perspectivas y con otros objetivos distintos a los de un presidente en funciones que ya representa el pasado. Por su parte, el Partido Nacionalista Vasco deberá pensar con quién le conviene pactar. Su líder, Íñigo Urkullu, es muy querido y valorado. Su perfil centrista y moderado puede permitirle buscar el acuerdo tanto con socialistas como con populares; mas antes con los primeros que con los segundos. El problema vendrá si la suma de escaños no es suficiente para alcanzar el número necesario para gobernar. Ese pacto de los nacionalistas, dependiendo de con quién se haga, puede encerrar claves de gran interés político y sociológico para desvelar aspectos varios del futuro Gobierno de la nación. «Mi ideal político es el democrático. Cada uno debe ser respetado como persona y nadie debe ser divinizado», decía Albert Einstein, no en el sueño de los siglos que resplandecen en su propio nombre, sino en el río de noches y días que fluye en la historia del mundo.
Un hecho que no puede pasar desapercibido, por esperanzador, es el acierto de Rivera al organizar en el palacio Euskalduna de Bilbao el coloquio «Los retos del constitucionalismo» con la participación de Fernando Savater y de Francisco Sosa Wagner. Ambos pidieron el voto para la formación del color naranja, a pesar de que el primero siga perteneciendo a UPyD, que no se presenta a esta cita electoral. (Por cierto, Rosa Díez no disimuló su enfado por estas intervenciones y llegó a hablar de traición a los principios del partido magenta. No olvidemos que el conspicuo pensador fue uno de los fundadores). El joven líder del partido kennedyano señaló que en esta cita el debate no es de escaños, sino de modelo de país, para defender, a continuación, un constitucionalismo sin complejos. Argumentó, con la gramática liminar de sus enunciados, que al nacionalismo no se le gana copiándolo o apoyándolo, sino con un proyecto alternativo, que esté lleno de esperanza y de razones y tenga en cuenta a la clase media, abandonada a su suerte.
¿Tendrán los comicios vascos y gallegos la llave que abra de par en par la puerta que conduzca a una investidura de manera que los españoles no tengan que ir a las urnas en el mes de diciembre? Nada se puede descartar cuando los responsables del Partido Popular, Partido Socialista, Podemos y Ciudadanos hagan su particular lectura del mensaje de los electores vascos y gallegos mañana por la noche. Si el PSOE, como vaticinan los sondeos, retrocede tanto en Galicia como en Euskadi, Pedro Sánchez puede tener serios problemas. Una pérdida significativa de votos constituiría un nuevo as en la manga para el sector crítico con la gestión del madrileño y llenaría de argumentos a quienes buscan un cambio en la secretaría general de un tiempo a esta parte. En este contexto cobra especial significación la convocatoria del comité federal el 1 de octubre, donde pueden surgir sorpresas. Las disensiones internas y posibles propuestas para evitar unas nuevas elecciones y desbloquear la situación política actual serán los ejes centrales del cónclave. Lo cierto es que la mayoría de los barones no confía en el actual líder. Mientras tanto, el secretario general pretende convocar un congreso para encontrar su tabla de salvación. Y, ahora, cuando renacen aquellas palabras de Savater, Rivera y Wagner: «Un proyecto alternativo para que nadie esté obligado a ser nacionalista o a pedir perdón por ser español en Euskadi», los versos de Saint-John Perse iluminan las lindes de los amaneceres y el sol velazqueño se deja ver tras el silencio de la memoria que nos trae el instante en su incesante tiempo: «¡Oh el color de las brisas circulando sobre las aguas calmas, / las palmas de las palmeras que se menean!».