
Con una meteorología mucho más benévola, la hermandad del Rocío de Utrera ha realizado el camino de regreso desde la aldea almonteña, que este jueves llegaba a su fin. Acompañado del característico sonido del tamboril y la flauta, el cortejo pisaba el asfalto utrerano a través de la barriada La Fontanilla.
Como es costumbre, los rocieros realizaron un recorrido por el casco urbano de la ciudad, antes de alcanzar la parroquia de San José. En ese itinerario, hubo tiempo para detenerse ante la iglesia de San Francisco, donde aguardaba la hermandad de la Vera-Cruz; en la iglesia salesiana Nuestra Señora del Carmen, que contó con la presencia de la asociación de María Auxiliadora y de la hermandad de los Estudiantes; y en la capilla de San Bartolomé, con una representación de la hermandad de Jesús Nazareno.
A todo ello se unió un momento ya tradicional cuando la carreta alcanzó la confluencia de la calle Álvarez Hazañas con la avenida San Juan Bosco. Allí pudo verse una importante petalada, que estuvo acompañada por el sonido de las sevillanas. De igual modo, los más pequeños tuvieron la oportunidad de ser llevados hasta el simpecado utrerano.
En torno a las diez de la noche, la comitiva alcanzaba su sede canónica, la parroquia de San José, donde se ponía fin a la peregrinación de este año. Atrás quedan ya los momentos complejos en el camino de ida, donde el mal tiempo obligó a modificar itinerarios y lugares de pernocta. También forman ya parte del recuerdo los instantes vividos en la aldea, participando en los actos tradicionales del fin de semana. Y los últimos suspiros de la romería se han vivido durante las jornadas de regreso a casa, mirando ya al primer fin de semana de junio de 2017, cuando Utrera volverá a postrarse ante las plantas de la Blanca Paloma en la fiesta de Pentecostés.