
Las estadísticas mandan. Los números indican que en la actualidad residen en Utrera casi 1.500 ciudadanos que proceden de 66 países distintos. Más allá de las frías cifras, detrás de cada una de estos números se esconde una apasionante historia, relatos de ciudadanos que un día decidieron dejarlo todo en su país de origen para emprender una aventura. Algunos dejaron su tierra para luchar por una vida mejor, otros por amor, e incluso algunos por mero espíritu aventurero. La gran parte de ellos quedaron cautivados por la personalidad y las características peculiares de un lugar como Utrera, que los ha terminado acogiendo con los brazos abiertos.
Hay tantas historias como personas extranjeras que residen en Utrera, pero muchos de estos relatos tienen nexos de unión comunes. Enrique Muñoz tiene 34 años, nació en Ecuador, pero en su corazón la localidad de Utrera ya se ha hecho con un hueco importante. En 2003 desembarcaba en la campiña sevillana, un lugar donde en aquel momento ya residía su madre y que hoy en día se ha convertido en su casa y es muy querido por todo el que tiene la oportunidad de conocerlo.
Llegó con solo 21 años, por lo que casi la mitad de su vida ya la ha pasado en Utrera, un lugar donde al principio confiesa que «me costó mucho adaptarme al clima, sobre todo al frío de los inviernos. Desde el principio la gente me acogió de manera magnífica».
Enrique es un auténtico emprendedor y, además de hacer sus pinitos como mago, una de sus principales pasiones en la vida, ha estado al frente de diferentes negocios. En un principio gestionaba un establecimiento dedicado a los extranjeros, pero experimentó en primera persona como «tuve que reciclarme, porque en 2009 y 2010 se marcharon a causa de la crisis numerosos extranjeros, por lo que mi negocio dejó de tener sentido». A pesar de que la tierra inevitablemente siempre tira, este ecuatoriano asegura que «lo tengo todo en Utrera, apenas hay cosas que eche de menos de mi país».
De entre los extranjeros que residen en Utrera en la actualidad, el país que más ciudadanos aporta es Rumanía, seguido de Marruecos y China. También son destacadas las colonias de estadounidenses, polacos y cubanos, mientras que hay ciudadanos de países tan exóticos como Guinea-Bissau, Tanzania, Bangladesh o Kirguistán.
Utrera es un municipio con una acusada personalidad que, a pesar de estar solo a unos veinte kilómetros de la capital, sigue manteniendo un sabor especial de pueblo, con mucha vida propia y tradiciones singulares. Esa forma de ser ha impedido que se formen guetos en la localidad, y que la gran mayoría de los extranjeros que residen en Utrera se hayan integrado en la vida diaria del municipio, en muchos casos gestionando negocios propios, que aportan diversidad a la ciudadanía.
Lo que sí es indudable es que el estallido de la crisis económica y las dificultades para encontrar un puesto de trabajo han provocado que muchas de las personas que llegaron a Utrera con la ilusión de una vida mejor hayan tenido que retornar a sus países de origen. En esta tesitura ha sido fundamental la labor emprendida por organismos como Cáritas que, en muchos casos, han puesto en marcha talleres específicamente dirigidos a los inmigrantes, para convertirse en una mano amiga en un país extraño, donde estas personas no han podido contar con la ayuda de sus familias.